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lunes, 17 de noviembre de 2014

América Latina en la Geopolitica del Imperialismo ➡


Durante la etapa independentista del continente americano, ya se podían observar vestigios de las ambiciones imperiales de los Estados Unidos de Norteamérica para con el resto del continente, prueba de ello muy bien recogida en la frase elaborada por el Presidente estadounidense  John Quincy Adams en el año 1823, “América para los americanos” inspirada en un discurso pronunciado por su antecesor James Monroe frente al congreso de dicha nación, donde establecía una doctrina en la que cualquier intervención de los estados europeos en América sería visto como un acto de agresión que requeriría la intervención de Estados Unidos. En este sentido los posteriores gobiernos la adoptaron como la “Doctrina Monroe” y la utilizaron como basamento para justificar su colaboración interesada en los procesos emancipadores de toda la región. Ya para 1829, el Libertador Simón Bolívar, tal vez en cuenta de las verdaderas intenciones de los norteamericanos, curiosamente expresa en una carta escrita en Guayaquil el 05 de agosto de 1829, dirigida al coronel Patrick Campbell, encargado de negocios británico ante el gobierno de la Gran Colombia, “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la Libertad”. Como si no fuera suficiente lo establecido por la doctrina antes mencionada para justificar el intervencionismo norteamericano, y  debido a la retirada de las potencias europeas del continente;  entrado el siglo XX, el Presidente Theodore

Roosevelt emitió el Corolario de 1904 (Corolario Roosevelt) estableciendo que, si un país americano amenazaba o ponía en peligro los derechos o propiedades de ciudadanos o empresas estadounidenses, el gobierno estadounidense estaba obligado a intervenir en los asuntos de ese país para "reordenarlo", restableciendo los derechos y el patrimonio de su ciudadanía y sus empresas. Este corolario supuso, en realidad, una carta blanca para la intervención de Estados Unidos en América Latina y el Caribe, siendo la base fundamental histórica de la geopolítica norteamericana para con la región hasta nuestros días.

Atílio Boron en su obra titulada “América Latina en la Geopolítica del Imperialismo” realiza un análisis histórico donde desmonta la errónea perspectiva generalizada sobre la nulidad del subcontinente americano desde el punto de vista geopolítico de los Estados Unidos, y muy por lo contrario resalta el papel primordial de la región en dicho aspecto. También describe el importante tema de la militarización de la política exterior de los norteamericanos por encima de los recursos diplomáticos y evidencia como han rodeado a la región imponiendo el sometimiento a sus políticas a través de la disuasión. Asimismo pone en boga el debate entre la explotación y la preservación de los recursos naturales acuñando dicha discusión en los conceptos “extractivismo y pachamamismo”, resaltando y a su vez sometiendo juicio a los emergentes liderazgos progresistas y antiimperialistas de la región.
El primer tema a tomar en cuenta es la importancia de Latinoamérica y el Caribe para los Estados Unidos, a pesar que a través de un proceso de colonización cultural nos han creado; y en especial a nuestros dirigentes, un complejo de inferioridad y subordinación, que viene acompañada de la idea que no representamos ningún papel de importancia en la geopolítica mundial; muy por lo contrario somos desde el punto de vista geoeconómico, la reserva más importante de recursos naturales del planeta y desde el punto de vista geoestratégico, geográficamente estamos ubicados en un punto crítico para la estrategia militar. Esto es muy bien sabido por los norteamericanos y se ve reflejado en que las doctrinas bajo las cuales se rige la política exterior de dicho país, históricamente siempre se han dirigido en primera instancia hacia nuestra región, tal como son los casos más llamativos, primero de la doctrina Monroe en 1823, un siglo antes de la doctrina Wilson diseñada para Europa y el resto del mundo; luego, posterior a la segunda guerra mundial y ante la expansión del comunismo, la doctrina de la contención, puesta de manifiesto en una serie de tratados militares en todo el mundo para frenar la influencia de la unión soviética a nivel global; De esos tratados el primero en ser firmado fue el Tratado Interamericano de Asistencia
Recíproca (TIAR) en 1947, dos años antes que el de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) firmado en 1949. En este orden de ideas llegado el siglo XXI, Estados Unidos comienza la reorganización de su poderío militar ya expandido a nivel global, por nada más y nada menos que por nuestra región, con la reactivación de la IV flota perteneciente al Comando Meridional. 
De lo anterior, se fundamenta la constante política intervencionista de los Estados Unidos que ha plagado de inestabilidad a la región a lo largo de toda nuestra historia contemporánea hasta la actualidad, con el firme propósito de moldear los liderazgos de la región en una actitud complaciente ante los intereses norteamericanos.
Actualmente la geoestrategia norteamericana se basa en cercar a toda la región con su poderío militar evidenciado en la presencia de bases militares estratégicamente ubicadas para influir disuasivamente en todos los países que la conforman por el hecho que cada uno de estos es evidentemente incapaz de plantear una defensa militar efectiva  ante la posibilidad de cualquier agresión efectuada por tal potencia imperial motivada y amparada bajo los preceptos anteriormente puestos de manifiesto.
Dicha presencia militar es falsamente justificada  con excusas que distan mucho de ser resueltas con esta acción, tales como la lucha contra el narcotráfico y contra el terrorismo, que sirven como aliciente para incentivar procesos de desestabilización en una serie de países que se han opuesto a continuar bajo la poderosa influencia y designios imperiales de Estados Unidos.
Con el resurgimiento de movimientos emancipadores y antiimperialistas (tomando muy en cuenta al imperialismo  como la fase superior del capitalismo) en Latinoamérica y el Caribe, como es el caso de Venezuela, Cuba, Argentina, Ecuador y Bolivia, y ante la consecuente pérdida de influencia en la región, la antes descrita estrategia ha cobrado  mayor relevancia y acompañada de acciones económicas y políticas, ha desencadenado fuertes movimientos desestabilizadores y secesionistas que buscan forzar el colapso de aquellos gobiernos que no respondan a los mandatos impuestos por el norte, y mantener a las naciones divididas política, económica e ideológicamente, ya que esto facilita su dominación;
también, podría decirse en un intento desesperado por revertir los procesos que se llevan a cabo en la actualidad para promover la integración de toda la región en un solo bloque de naciones que permita o facilite incentivar el desarrollo integral de las mismas y la lucha eficaz contra los flagelos comunes que afectan a cada uno de los países. 
Otro tema tratado es la inevitable polémica entre pachamamismo y extractivismo, a partir del grave problema que enfrenta la humanidad ante destrucción de los ecosistemas.
El debate entre estos conceptos se cierne  en el ámbito económico de las naciones que conforman la región, debido que la base de sus economías radica en la explotación de los recursos naturales, lo que pone en una balanza muy inestable la necesidad de preservar el ambiente y la necesidad de generar recursos financieros  que permitan sustentar los procesos políticos, económicos y sociales que promueven la transición entre el sistema capitalista que actualmente rige a nuestros países, y un sistema socialista basado en corrientes de pensamiento utópico hasta ahora no aplicados por ningún gobierno de nuestro hemisferio, incluido el caso de cuba, que aunque ha aplicado una serie medidas sociales muy similares a lo que se quiere lograr, dista mucho del mencionado sistema que se tiene como meta.
El análisis hecho por Atilio Boron en esta obra literaria no cabe duda que es importante para la comprensión de la coyuntura actual de la política latinoamericana, aportando a la información y el debate ya existente, elementos que dirigen a la necesidad de integrar o confluir todas las luchas anticapitalistas y antiimperialistas con las luchas contra la explotación de los recursos naturales, la contaminación y el saqueo de los mismos. Asimismo deja claro que el batallar de la región para la construcción de un nuevo sistema y una verdadera independencia será difícil, prolongado, y se librará en varios frentes: el político, el militar, el económico y también el ideológico; ya que, Para el imperio norteamericano, Latinoamérica es de interés primordial para su supervivencia y la existencia del sistema que sostiene la forma de vida de sus habitantes que no es otra que el capitalismo.

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