Durante la etapa
independentista del continente americano, ya se podían observar vestigios de
las ambiciones imperiales de los Estados Unidos de Norteamérica para con el
resto del continente, prueba de ello muy bien recogida en la frase elaborada
por el Presidente estadounidense John
Quincy Adams en el año 1823, “América para los americanos” inspirada en un
discurso pronunciado por su antecesor James Monroe frente al congreso de dicha
nación, donde establecía una doctrina en la que cualquier intervención de los
estados europeos en América sería visto como un acto de agresión que requeriría
la intervención de Estados Unidos. En este sentido los posteriores gobiernos la
adoptaron como la “Doctrina Monroe” y la utilizaron como basamento para
justificar su colaboración interesada en los procesos emancipadores de toda la
región. Ya para 1829, el Libertador Simón Bolívar, tal vez en cuenta de las
verdaderas intenciones de los norteamericanos, curiosamente expresa en una
carta escrita en Guayaquil el 05 de agosto de 1829, dirigida al coronel Patrick
Campbell, encargado de negocios británico ante el gobierno de la Gran Colombia,
“Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la
América de miserias a nombre de la Libertad”. Como si no fuera suficiente lo
establecido por la doctrina antes mencionada para justificar el
intervencionismo norteamericano, y
debido a la retirada de las potencias europeas del continente; entrado el siglo XX, el Presidente Theodore
Roosevelt emitió el Corolario de 1904 (Corolario Roosevelt)
estableciendo que, si un país americano amenazaba o ponía en peligro los
derechos o propiedades de ciudadanos o empresas estadounidenses, el gobierno
estadounidense estaba obligado a intervenir en los asuntos de ese país para
"reordenarlo", restableciendo los derechos y el patrimonio de su
ciudadanía y sus empresas. Este corolario supuso, en realidad, una carta blanca
para la intervención de Estados Unidos en América Latina y el Caribe, siendo la
base fundamental histórica de la geopolítica norteamericana para con la región
hasta nuestros días.
Atílio Boron en su obra
titulada “América Latina en la Geopolítica del Imperialismo” realiza un
análisis histórico donde desmonta la errónea perspectiva generalizada sobre la
nulidad del subcontinente americano desde el punto de vista geopolítico de los
Estados Unidos, y muy por lo contrario resalta el papel primordial de la región
en dicho aspecto. También describe el importante tema de la militarización de
la política exterior de los norteamericanos por encima de los recursos diplomáticos
y evidencia como han rodeado a la región imponiendo el sometimiento a sus
políticas a través de la disuasión. Asimismo pone en boga el debate entre la
explotación y la preservación de los recursos naturales acuñando dicha
discusión en los conceptos “extractivismo y pachamamismo”, resaltando y a su
vez sometiendo juicio a los emergentes liderazgos progresistas y
antiimperialistas de la región.
El primer tema a tomar en
cuenta es la importancia de Latinoamérica y el Caribe para los Estados Unidos,
a pesar que a través de un proceso de colonización cultural nos han creado; y
en especial a nuestros dirigentes, un complejo de inferioridad y subordinación,
que viene acompañada de la idea que no representamos ningún papel de
importancia en la geopolítica mundial; muy por lo contrario somos desde el
punto de vista geoeconómico, la reserva más importante de recursos naturales
del planeta y desde el punto de vista geoestratégico, geográficamente estamos
ubicados en un punto crítico para la estrategia militar. Esto es muy bien
sabido por los norteamericanos y se ve reflejado en que las doctrinas bajo las
cuales se rige la política exterior de dicho país, históricamente siempre se han
dirigido en primera instancia hacia nuestra región, tal como son los casos más
llamativos, primero de la doctrina Monroe en 1823, un siglo antes de la
doctrina Wilson diseñada para Europa y el resto del mundo; luego, posterior a
la segunda guerra mundial y ante la expansión del comunismo, la doctrina de la
contención, puesta de manifiesto en una serie de tratados militares en todo el
mundo para frenar la influencia de la unión soviética a nivel global; De esos
tratados el primero en ser firmado fue el Tratado Interamericano de Asistencia
Recíproca (TIAR) en 1947, dos años antes que el de la Organización del
Tratado del Atlántico Norte (OTAN) firmado en 1949. En este orden de ideas
llegado el siglo XXI, Estados Unidos comienza la reorganización de su poderío militar
ya expandido a nivel global, por nada más y nada menos que por nuestra región,
con la reactivación de la IV flota perteneciente al Comando Meridional.
De lo anterior, se
fundamenta la constante política intervencionista de los Estados Unidos que ha
plagado de inestabilidad a la región a lo largo de toda nuestra historia
contemporánea hasta la actualidad, con el firme propósito de moldear los
liderazgos de la región en una actitud complaciente ante los intereses
norteamericanos.
Actualmente la geoestrategia
norteamericana se basa en cercar a toda la región con su poderío militar
evidenciado en la presencia de bases militares estratégicamente ubicadas para
influir disuasivamente en todos los países que la conforman por el hecho que
cada uno de estos es evidentemente incapaz de plantear una defensa militar
efectiva ante la posibilidad de cualquier
agresión efectuada por tal potencia imperial motivada y amparada bajo los
preceptos anteriormente puestos de manifiesto.
Dicha presencia militar es
falsamente justificada con excusas que
distan mucho de ser resueltas con esta acción, tales como la lucha contra el
narcotráfico y contra el terrorismo, que sirven como aliciente para incentivar
procesos de desestabilización en una serie de países que se han opuesto a
continuar bajo la poderosa influencia y designios imperiales de Estados Unidos.
Con el resurgimiento de
movimientos emancipadores y antiimperialistas (tomando muy en cuenta al
imperialismo como la fase superior del
capitalismo) en Latinoamérica y el Caribe, como es el caso de Venezuela, Cuba,
Argentina, Ecuador y Bolivia, y ante la consecuente pérdida de influencia en la
región, la antes descrita estrategia ha cobrado
mayor relevancia y acompañada de acciones económicas y políticas, ha
desencadenado fuertes movimientos desestabilizadores y secesionistas que buscan
forzar el colapso de aquellos gobiernos que no respondan a los mandatos
impuestos por el norte, y mantener a las naciones divididas política, económica
e ideológicamente, ya que esto facilita su dominación;
también, podría decirse en un intento desesperado por revertir los
procesos que se llevan a cabo en la actualidad para promover la integración de
toda la región en un solo bloque de naciones que permita o facilite incentivar
el desarrollo integral de las mismas y la lucha eficaz contra los flagelos
comunes que afectan a cada uno de los países.
Otro tema tratado es la
inevitable polémica entre pachamamismo y extractivismo, a partir del grave
problema que enfrenta la humanidad ante destrucción de los ecosistemas.
El debate entre estos
conceptos se cierne en el ámbito
económico de las naciones que conforman la región, debido que la base de sus
economías radica en la explotación de los recursos naturales, lo que pone en
una balanza muy inestable la necesidad de preservar el ambiente y la necesidad
de generar recursos financieros que
permitan sustentar los procesos políticos, económicos y sociales que promueven
la transición entre el sistema capitalista que actualmente rige a nuestros
países, y un sistema socialista basado en corrientes de pensamiento utópico
hasta ahora no aplicados por ningún gobierno de nuestro hemisferio, incluido el
caso de cuba, que aunque ha aplicado una serie medidas sociales muy similares a
lo que se quiere lograr, dista mucho del mencionado sistema que se tiene como
meta.
El análisis hecho por
Atilio Boron en esta obra literaria no cabe duda que es importante para la
comprensión de la coyuntura actual de la política latinoamericana, aportando a
la información y el debate ya existente, elementos que dirigen a la necesidad
de integrar o confluir todas las luchas anticapitalistas y antiimperialistas
con las luchas contra la explotación de los recursos naturales, la
contaminación y el saqueo de los mismos. Asimismo deja claro que el batallar de
la región para la construcción de un nuevo sistema y una verdadera
independencia será difícil, prolongado, y se librará en varios frentes: el
político, el militar, el económico y también el ideológico; ya que, Para el
imperio norteamericano, Latinoamérica es de interés primordial para su
supervivencia y la existencia del sistema que sostiene la forma de vida de sus
habitantes que no es otra que el capitalismo.